Gerardo, Florencia, Rufino, Margarita e Iruya dejaron la estabilidad de su San Pedro natal para embarcarse en una aventura inolvidable: la de recorrer las rutas que separan Tierra del Fuego con Alaska es un Mercedes 11-14 reacondicionado.

«¿Se lo digo o no se lo digo?», pensaba Gerardo antes de confesarle a Florencia que soñaba con recorrer el mundo. Un día tomó coraje, y medio en chiste y medio en serio le planteó la posibilidad de unir Argentina con Alaska. Ahí se enteró que ella también tenía un sueño: el de abrir un hogar de niños como el que los unió algunos años atrás, cuando los dos colaboraban voluntariamente. Hace unos días llegaron a Nueve de Julio después de haber recorrido ciudades y pueblos patagónicos durante ocho meses.

«Iniciamos el recorrido hacia Rosario, luego al litoral Argentino, dando toda la vuelta, volvimos a la provincia de Buenos Aires, hicimos toda la costa Atlántica hasta la altura de Bahía Blanca, y desde allí tomamos la mítica y larga ruta 3 hasta llegar a la extensa patagonia. Todo con Atahualpa, nuestro colectivo: un Mercedes Benz 11-14, que lo hemos acondicionado para hacer nuestra casa. Desde Ushuaia venimos subiendo por la ruta 40 hasta la altura de Zapala para venir ahora al centro del país.

El proyecto empezó con la puesta en valor de Atahualpa, que tiene una mesa que funciona como comedor, dos sillones, una cocina con espacio de guardado y un televisor arriba del asiento del conductor donde Rufino, Margarita e Iruya miran películas y dibujitos cuando viajan o se cansan de recorrer.


«Si este sueño tiene un motor, son ellos tres. Nosotros decidimos regalarles nuestro tiempo y regalarnos su niñez, antes llevábamos una vida super estable, de confort, donde teníamos el trabajo y una vida convencional, pero al poner sobre la mesa que era lo mejor, creemos que el tiempo es el recurso más valioso por sobre cualquier otro. Sentimos que de esta manera compartimos 24×7, y la verdad es maravilloso despertarte cuando tus hijos vienen a tu cama, poder compartir y jugar, y poder estar con ellos todos los días disfrutándolos. Yo sentía que se me había pasado el tren por el tema de tener la familia, un buen trabajo, de haber estudiado y terminado la facultad, todos los mandatos que muchas veces tenemos como sociedad para realizar, pero le dije a Flor que no quería decir ‘nosotros soñábamos con…’ cuando seamos grandes, creo que ahí fue el quiebre donde dijimos vamos a poner los sueños sobre la mesa y vamos a tratar de caminar ese camino. Así que ella dijo dale, yo dije dale y nos mandamos», explica Gerardo.

¿Qué lugar ocupa el sueño de Florencia en este proyecto? «Decidimos llevar un inflable, tenemos un cine móvil, yo hago magia y Flor sabe hacer mil juegos después de tantos años en el hogar. Vamos parando en hogares, merenderos, jardines y colegios rurales, y de esa manera vamos haciendo un humilde gesto de compartir una tarde, de jugar de ir llevando nuestra historia cumpliendo los dos sueños, desde aquel click que lleva tres años, desde que empezamos a trabajar en el colectivo».


«Nuestro próximo destino es Alaska, es el norte bien marcado que tenemos pero el único plan de este viaje es no tener plan. Sabemos que es un viaje que va a llevar su tiempo y si bien queremos llegar a Alaska vamos paso por paso, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad disfrutando, conociendo, interactuando. La verdad es lo más lindo, en esta cantidad de kilómetros conocimos lugares maravillosos, espléndidos, paisajes increíbles, pero al fin y al cabo siempre la diferencia termina haciéndola la gente, hemos cosechado muchos amigos en cantidad de lugares de Argentina y estamos felices de eso», concluye Gerardo.

Podés seguir su recorrido a través de Facebook, YouTube e Instagram como «Alas por el mundo»

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