Alejandro Uriona nos visitó en Bien de Mañana después de haber ganado su primera carrera oficial como jockey. Repasamos las dos caras de una vida atravesada por la pasión por los caballos y el periodismo deportivo.
Escribe: Candelaria Villalba
Corría el 10 de Agosto del año 2012 en Londres, el taekwondista Sebastian Crismanich ganaba la única medalla de los Juegos Olímpicos para nuestro país. El periodista deportivo Alejandro Uriona cubría la competencia mientras escuchaba el himno y veía la bandera argentina elevarse en lo más alto del podio. En ese momento cerró los ojos, recordó sus comienzos, el sacrificio, las cosas que había dejado de lado para llegar hasta allí y pensó ¡Wow! Al tiempo que se le humedecían los ojos. Él guarda este recuerdo en su memoria cómo uno de los mejores de su carrera, cómo el instante en el que fue consciente de lo que había recorrido y logrado. Sin embargo, nada se compara con lo que sintió cuando cruzó primero la meta acompañado de la entrañable Lolita, después de correr los 550 metros de la pista. El desafío había despertado gran expectativa en el público ya que su contrincante fue una potranca en similares condiciones, también recién salida de la doma.
«¿Por qué dejaste el periodismo deportivo?», le preguntan una y otra vez. El 22 de diciembre de 2020 Uriona relató su último partido de fútbol: Racing vs Estudiantes de La Plata, cuatro días antes había debutado como jockey en el Hipódromo Argentino de Palermo en un encuentro para corredores del interior. Para ese momento, la decisión estaba tomada: la vida de asfalto que lo absorbía en la Ciudad de Buenos Aires iba a ser reemplazada por el campo y los caballos.
Uriona nació en Santos Unzué, un paraje rural del partido de 9 de Julio donde Alejandro se crio entre las patas de los caballos, viendo como su padre, tío y abuelo incursionaban en el mundo de las carreras. Algo que él también hubiese querido hacer, pero que el miedo materno no lo dejó concretar: “Creo que ocurrió que cuando yo era muy chico quería ser jockey y por esos miedos que tienen las madres ella no quería, asique tuve una gran desilusión y no quise ver nunca más un caballo por años. El miedo es a algún accidente, pero uno no está exento de eso en ningún momento, obviamente que es un deporte de riesgo, pero era injusto que sus miedos impidieran mi felicidad. Si algún día me pasa algo será haciendo lo que a mi realmente me gusta”, asegura.
Durante muchos años se mantuvo alejado del campo, desempeñando una gran carrera profesional que lo llevó a trabajar para medios de comunicación como DirecTV Sports y TNT Sports. Cuando se le pregunta por qué tomó la decisión de apartarse de una carrera periodística tan exitosa, Uriona nos explica que no pensó en dejar una actividad para abrazar a la otra, sino que las cosas se dieron de esa manera: “No lo tomo como una lástima el haber dejado la profesión, es algo pensado y analizado. Fue una decisión que tomé con gusto y estoy feliz de haberlo hecho. Siempre creí que el día que dejara mi actividad como periodista tenía que encontrarme en un lindo presente laboral, donde yo dejara la actividad y que la actividad no me dejara a mi y pienso que esas condiciones estaban dadas”, y agregó: “Uno en la medida que pueda tiene que tener la oportunidad de disfrutar de las cosas que le hacen bien y no tienen que ver con lo laboral. Hay otras actividades que nos llenan y debemos encontrar el momento para hacerlas”.
El pasado 25 de Mayo, Alejandro ganó su primera carrera como jockey en Carlos Casares de la mano de Lolita, una yegua que nació en la casa de los Uriona, donde la vieron crecer día a día con la ilusión de poder verla correr: «ese día llegó y no sólo nos regaló la mayor alegría como pequeños propietarios, sino que me dio el enorme privilegio de estar en su lomo”, escribió afectivamente en su cuenta de Instagram. Según contó, Lolita es una yegua que cuando comenzó a domarse tenía muchos problemas de respiración que la hacían ahogarse en el galope, lo que causó mucha preocupación suponiendo un problema cardíaco grave pero finalmente después de muchos estudios descubrieron que eran restos de un viejo moquillo. Además, ella lleva toda la carga emocional que implica haberla acompañado y criado desde sus inicios.
Las carreras de caballos cargan con el prejuicio social de ser un ambiente propicio para las apuestas y el maltrato de animales, en relación a esto, Uriona declaró que es una actividad muy castigada desde el desconocimiento, ya que hay un trabajo sacrificado e invisible detrás de las carreras del que no se habla: “Es cierto que en las carreras de caballo hay apuestas pero las hay en todos los deportes y el apostador quizás ni siquiera pisó un día un box o una pista, no saben si los caballos de carrera tienen tres o cuatro patas. Pero hay un gran trabajo del tipo que se levanta todos los días a las cinco de la mañana con frío, helada, escarcha y va a atender a ese caballo, le va a da de comer, levanta su cama, revisa como están las pariciones y demás. Por eso digo que es muy cruel cuando se hace una crítica y descalificación desmedida”. Se estima que detrás de cada ejemplar se encuentra el trabajo directo de siete personas más todas aquellas que se ligan de forma indirecta: productores, herreros, domadores, peones, veterinarios, entre otros.
Lejos de los micrófonos y cerca de los corrales, Alejandro Uriona demuestra con el ejemplo que los gustos, en la medida de lo posible, hay que dárselos en vida y que vale la pena luchar por lo que dicta nuestro corazón, mientras tanto sueña con poder continuar en la actividad ocho o diez años más y uno de sus próximos desafíos será el encuentro para jockeys del interior que se realiza todos los meses de diciembre en el Hipódromo Argentino de Palermo.