Publicado en Perycia

Por Manuel Tejo

“Pensé en irme de Pergamino. A veces le cambio la pe por la ve. Pero no me voy a ir todavía porque hay que terminar lo que se empezó”, dice Sabrina Ortiz. 

Está sentada detrás de un escritorio de melamina en su estudio jurídico de la zona céntrica de la ciudad del norte bonaerense. 

Sabrina es la impulsora de una serie de denuncias que desencadenaron en mayores restricciones de distancias para las fumigaciones a nivel local, en el reparto de agua envasada del Municipio a cuatro barrios y en el procesamiento de productores rurales y funcionarios. 

Antes, fue envenenada.   

***

En 2011 Sabrina cursaba un embarazo de cinco meses. Estaba en su casa y sintió un olor que le pareció insoportable. Habían fumigado en el campo de enfrente. Se brotó. Sintió quemazón en las fosas nasales, en la boca y en la garganta. Tuvo náuseas, mareos y contracciones. Lo perdió.  

Sabrina ya venía alertando sobre la aplicación de agroquímicos de manera irregular y los efectos que sufría su familia. Tras la pérdida de ese embarazo realizó una denuncia en una unidad fiscal provincial de Pergamino y buscó apoyo en el Municipio. 

Luego vino el desánimo de no sentirse escuchada ni por la Justicia ni por el poder político. “Me quedaba esperando dos horas en un lugar y se iban por la puerta de atrás”, dice. Hubo días en que no quiso levantarse de la cama. Sintió que a nadie le importaba lo que le pasaba. 

Una noche no pudo dormir. Pensó: “Si no lo hago yo por mis hijos, no lo va a hacer nadie”. A la mañana siguiente tenía una certeza: iba a estudiar derecho. 

Otra noche, llovía torrencialmente y otra vez el olor a veneno invadió su casa. Su hijo tenía los ojos rojos y la lengua inflamada. Para ese entonces, una médica ya le había dicho que se fuera “de la línea de fuego”. Entonces, con su pareja de ese momento tomaron otra decisión: cargaron todo lo que pudieron en una camioneta y huyeron.

***

“Cuando estoy muy cansada se me caen las cosas, se me traban las palabras. No me salen. O me tiembla la cabeza. Otras veces es en las piernas. O me despierto y se me pone ciego un ojo”, dice ahora Sabrina sentada detrás de su escritorio.

Habla pausado. Y sigue: 

“Yo tuve dos ACV. Mi hija hacía quistes en los huesos y mi hijo desarrollaba ganglios en cadena dentro de los intestinos y alrededor de la aorta”.

Lxs tres tienen altos niveles de agrotóxicos en sangre y deben llevar un riguroso control de su salud. Sus cuerpos son la contracara de las empresas del agro, la espalda de los campos verdes.

En 2018, ya como abogada, Sabrina impulsó una denuncia en la Justicia Federal por las fumigaciones que sufría su familia por parte del productor agropecuario Mario Roces, dueño del campo que quedaba frente a su casa. 

La presentación se fue ampliando con los testimonios de otros afectadxs en Pergamino y un estudio corroboró que en distintas zonas de la ciudad elagua estaba contaminadacon agrotóxicos

En su declaración de fines de 2018, la vecina Florencia Morales, quien entre 2011 y 2016 vivió en una quinta cercana a la ruta 188 y delante de un campo en el que se fumigaba, manifestó que ella comenzó con problemas respiratorios y un tumor agresivo en una mama y su hija con erupciones en la piel y forúnculos.

Asimismo, en mayo de 2019, Alejandra Bianco, una docente del barrio Santa Julia, contó que realizó un relevamiento entre vecinxs y detectó que cincuenta y seis personas sufrían distintos problemas de salud como cánceres, artritis reumatoideas, leucemias y linfomas. En su familia se contabilizaron también varias enfermedades graves: su esposo falleció tras sufrir un cáncer de páncreas con metástasis en el hígado, que al momento de su declaración estaba siendo tratado; uno de sus hijos tiene púrpura trombocitopenica idiopática (una enfermedad autoinmune que produce sangrado en la piel y hematomas) y el otro tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por un cáncer de tiroides. En su testimonio, Bianco también detalló que por entonces ella tenía un alto nivel de anemia y fibromas y miomas en el útero.

En 2019, la Justicia, a través de una medida cautelar, limitó las fumigaciones en zonas cercanas a la planta urbana y le ordenó al Municipio que provea de bidones de agua a cuatro barrios. Además, la causa derivó en los procesamientos de productores y funcionarios. 

***

Es una mañana de sol. El arroyo Pergamino cruza la ciudad. La costanera es verde y arbolada. El pasto está corto y es interrumpido por un sendero de cemento en el que caminan varias personas con ropa deportiva.

De algunos árboles solo quedan troncos cortados por la mitad. Uno tiene pegado un anuncio que dice: “Paren de talar”. A la orilla del arroyo, el agua se ve estancada y aceitosa. Un estudio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) publicado en 2017 también detectó 17 plaguicidas en los pecesde este espejo. 

En una parte de la ribera hay máquinas para hacer ejercicio. “Tu salud es nuestro compromiso. Partido de Pergamino”, asegura un cartel.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *